Nelaery

Ensueño de Fénix

Las primeras notas de un viento ancestral acariciaron las copas de árboles milenarios, susurrando a la naturaleza un renacer olvidado. El aire, denso y húmedo, anunciaba la promesa de un nuevo amanecer. El Fénix, envuelto en su plumaje de fuego, se posó sobre una rama robusta de un roble amarillo y escuchó con atención la reverberación de su propio cántico en la brisa. Su melodía se fundía con el latido sereno del bosque.

En lo profundo del valle, la cuenca del río se estrechaba en un cañón de altas paredes. El agua, cristalina y ágil, se deslizaba en cascadas que caían como lágrimas doradas sobre las rocas cubiertas de intensas algas rojas y musgos de azul profundo. El fluir sosegado del río, junto al melódico son del Fénix, creó una sinfonía que resonaba en todos los rincones de la exuberante naturaleza, elogiando el ineludible sonido de la vida.

En las cimas de las montañas, bajo un cielo de turquesa vibrante, los cóndores azules planeaban con majestad, dibujando estelas luminosas en el cielo. Más abajo, en las lagunas de rosadas aguas, unos patos de plumaje irisado se deslizaban con serena elegancia; sus cuerpos reflejaban el fulgor de la luz del sol como pequeñas gemas flotantes.

Un aura suave, perfumada con el aroma de la tierra, rozó la piel de unos zorros plateados. Éstos detuvieron su carrera y se dejaron envolver por el soplo sedoso del viento. Cerraron los ojos y sus cuerpos tesos se relajaron en un gesto de tranquila docilidad. El bosque entero parecía contener la respiración en éxtasis de ensueño. Todas las criaturas en perfecta armonía con el entorno compartieron el amor del bello momento.

De repente, una luz cegadora brotó del corazón del bosque milenario, una luz que parecía provenir de la memoria ancestral de los siglos. Las cenizas níveas, que habían reposado en la alta cumbre de blandas rocas, se encendieron con el fulgor de mil estrellas de platino. De ese volcán de luz, resurgió el Fénix más majestuoso que nunca con su plumaje de fuego brillando con renovada intensidad y hermosura.

Un grito de triunfo surgido del pasado llenó todo el horizonte dorado. Fénix alzó el vuelo hacia los cielos eternos. Sus alas formaron una sinfonía de carmesí y oro que contrastaron con el azul luminoso del profundo firmamento. Durante un instante, el altivo Ave Fénix, dueño de su renacido tiempo, mantuvo su mirada fija en el horizonte, allá donde los cielos de jade esperaban su llegada, como anuncio del inicio de un nuevo y glorioso ciclo del Universo.

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*Autores: Nelaery & Salva Carrion