Mientras late mi corazón, puedo regalarte tiempo,
entregarme un poco y decirte lo que siento.
Cuando hablo contigo, no hay dudas, no hay miedos,
no hay temores ni apariencias, no hay modos correctos.
Entre Tú y Yo, hay algo honesto, como debería ser la vida,
sin vanidades, trivialidades ni lamentos,
pues las emociones son momentos.
Somos bendecidos por el Eterno
si tenemos a alguien que nos comprenda
con amor y sin tantos fundamentos,
que nos cura el alma en solo momentos
que nos devuelve a la vida a disfrutar,
a servir, a morir tranquilos,
a aprender y aprovechar el tiempo.
Es que todos necesitamos eso,
donde aterrizar y al mismo tiempo alzar el vuelo,
es paz y seguridad, es sentir que pertenecemos,
sabiéndonos vivos en un lugar, donde todo es perfecto.
Sé mi abrazo sincero, mi momento eterno,
mi amor completo, mi libertad de pensamiento,
el dolor jamás expuesto, la luz de mi tormento,
la alegría que no yace y el descanso de mis huesos...
Sé un hálito de Paz, un trinar de aves, un miedo no resuelto,
una tristeza efímera, una alegría de momento.
Y en todo esto me levantas, nos recargamos de energía
y nos regalamos tiempo,
potenciamos nuestros dones, esos, los regalos del Eterno,
del Padre de la Gracia, del Amor más puro y bello.