> He aquí su cuerpo inerte
y su mente vagabunda,
divagando entre ideas y emociones
que le arrancan la razón
y le desgarran el corazón.
Tan culpable es el miserable
que no asume su culpa
y la reparte al que más cerca está.
“No soy culpable”, se repite…
pero lo es.
Si tan solo las cosas
hubieran sido distintas,
no andaría perdido.
Ahora su cabeza
no encuentra calma
entre lo que fue
y lo que pudo haber sido.