La Vieja Chismosa
Doña Leticia del 22
En la vecindad del 22
no manda el casero ni el cobrador,
la que manda es Leticia, la vieja,
con su lengua más larga que un rumor.
Se sienta en la puerta con su abanico,
el del 2 murmura: “¡ya va a empezar!”,
ella sonríe, cruza la pierna,
y ¡pum! la novela vuelve a rodar.
“Que el hijo de Rosa no es del marido,
que el mecánico duerme con dos,
que al padrecito lo vieron mareado
y que la maestra salió con Ramón.”
Lo cierto y lo falso lo mezcla bonito,
una pizca de salsa, otra de sal,
lo sazona con cara de virgen
y lo suelta con gusto criminal.
Doña Leti es radio sin cables,
Netflix pirata de barrio total.
Si no sabes qué pasa en la cuadra,
ella lo cuenta con lujo y con mal.
Le dicen: “Señora, ya deje el chisme,
váyase al bingo, póngase a coser”,
pero ella se ríe mostrando la dentadura:
“Sin mí este barrio se muere de sed.”
Y sí, porque todos la odian de frente,
pero a escondidas le prestan la oreja.
Si Leti se calla por más de un día,
el barrio entero se queda en queja.
Una vez dijeron que estaba enferma,
y nadie durmió en la manzana,
porque ¿quién iba a contar el pecado
del carnicero con Doña Juliana?
Ella es cronista sin tinta ni pluma,
bruja de patio, reina del café.
Su poder no está en lo que inventa,
sino en lo rápido que corre la fe.
Si alguien intenta ignorarla,
ya la noticia lo encuentra igual,
porque Leticia tiene antena
y su lengua… no tiene final.
Doña Leti: vieja chismosa,
veneno dulce, voz de altoparlante.
Su risa truena como campana,
y su lengua… no tiene calmante.
En la vecindad del 22,
todos maldicen su lengua filosa,
pero nadie lo dice muy fuerte,
porque Leticia escucha…
y ahí mismo te vuelve otra cosa.