Un café poco dulce,
adrede, un dulce a
compaña —ya son
varios los dulces hoy—,
unos bocados, adrede,
a una manzana en or
den a mantener las en
cías fuertes, ejercitadas;
unos poemas del alma
que leo con la intención
de cribar lo que me mere
ce la pena, la poema, el
alma, y es mucho la ganga,
la morralla, desde mi esca
so punto de vista, y el café
baja, escaso de azúcar para
no elevar los niveles en san
gre, y los dientes garrapiña
dos se quejan de lo que cobra
un dentista y desisto, retroce
do la mano que me lleva has
ta la mandíbula, dulce, muer
do una terrible carga glucosí
dica, compenso los niveles en
sangre, la caminata y yoguin
de esta mañana elevaron la po
ca dulcez de ese líquido rojo a
rangos de impago, de números
rojos, y esa es la razón de las vo
ces de esa voz enigmática, ima
ginaria, que me dice que coma
algo de azúcar que ya he comido.
Un café poco dulce —que ya es ido—,
unos poemas nefastos, dos o tres
mandibulazos a una manzana, una
sarta de sandeces en palabras negras
sobre fondo blanco, un punto y final
que ya se acerca, y un dulce bizcocho
no del todo acabado...