Al canto de la sirena
los poetas se encadenan,
sus voces ya no suenan,
la pasión se vuelve ajena.
La música que envenena
sus almas de sentimiento,
solo deja frío viento,
despoja al verso su esencia,
y en vez de fuego y presencia
quedan ecos del tormento.
Hipnotizados miran
la falsa armonía que atrapa,
y el arte que se escapa
en notas que no respiran.
Sus versos ya no tiran
del corazón ni del alma,
solo imitan sin calma,
y el que escucha encantado,
queda por siempre atado
al hielo que lo desarma.
Nada reemplaza el fuego
que brota al escribir sincero,
ni el llanto, ni el desespero,
ni la risa del sosiego.
La música es falso juego,
solo frío sin latido,
y el poeta convencido
pierde su esencia primera,
la voz que es verdadera
se ahoga en sonido frío.
Que nadie caiga en la trampa
de armonías prestadas,
que no sean usurpadas
las palabras que se clavan.
La tinta que el alma ampara
trasciende la impostura,
y quien olvida su bravura
del arte queda despojado,
el corazón hipotecado
por música sin cura.
Espejismo de canción
que promete maravilla,
solo hiela e hipnotiza
sin tocar la emoción.
La voz que brota del corazón
resiste toda mentira,
guarda fuego y guarda rima,
y al que se deja engañar,
solo le queda escuchar
el vacío que suspira.