Otro día llegará,
así me insiste este calendario,
con sus martes y sus jueves,
pero aquí adentro,
hace tiempo que todo es domingo.
Un domingo de encierro,
un domingo de persianas cansadas,
de pasear afuera las tristezas,
donde no perturben tu aroma,
que aun descansa
en el lado izquierdo de mi cama.
Aquí hubo un tiempo,
en que el sol, era asunto tuyo,
un milagro que amanecía en tus muslos,
y nos daba medio día en tu pecho,
el reloj era entonces un péndulo
colgado en la ventana
donde una y otra vez amanecía.
Ahora me pregunto
quién nos exilió de la costumbre
cómo fue que el sol
se nos colgó de la noche
y nos dejó a la suerte
solos entre las sombras.
Al final
Quizá toda la culpa fue mía
por no entender que los días pasan.
O quizá
sea mi única y rotunda suerte:
haberte conocido.