Ni Tú Recordarás
El primer día
te lloran como si el llanto pudiera retenerte.
Se abrazan,
repiten tu nombre
como si aún respondieras.
La primera semana
tu foto vigila la mesa,
tu cama guarda tu olor,
pero ya se habla de firmas,
de claves,
de lo que queda.
El primer mes
alguien ocupa tu silla,
tu ropa se dispersa,
tu voz se borra del contestador,
y tu ausencia
ya no interrumpe.
El primer año
te llevan flores,
te suben a redes,
escriben “parece que fue ayer”,
y luego almuerzan.
El segundo año
tu pareja ríe con otro cuerpo,
tus hijos dejan de nombrarte,
los amigos ya no te citan.
El tercer año
eres una frase sin dueño,
una anécdota que flota,
una costumbre deshecha.
El décimo año
tu rostro es una sombra en papel,
un dato en sobremesa,
un eco en el apellido.
Y mientras tanto,
los relojes siguen su marcha,
los niños nacen, los mercados abren,
el sol se levanta sobre otras vidas:
el mundo no se detiene.
Después de eso
ni las tumbas resisten,
ni los nombres pesan,
ni el viento recuerda.
Y al final,
ni tú mismo recordarás
que exististe.