A veces,
uno se empuja hacia la locura
con la esperanza de encontrar un poco de paz.
Pero esa búsqueda hiere,
porque al abrir la puerta
no entra la calma,
sino la ansiedad,
que nos derrumba como un muro viejo.
Y en lugar de alivio
brotan amarguras,
y olvidamos
lo que, con tanto anhelo, estuvimos buscando.