Fanáticos sin cabeza,
lunáticos de alquiler,
enemigos por doquier
que pregonan su vileza.
Ocultan bajo fineza
su teatro de mil perfiles,
disfrazados de fusiles
que disparan sin razón,
son su propia procesión,
enredados en villane.
Amigos enemigos son,
con sonrisas de careta,
la impostura se completa
con su doble corazón.
De la farsa hacen canción,
y entre máscaras se entierran,
los espejos que se alteran
les devuelven su reflejo:
un enjambre sin consejo
donde todos se destierran.
De diez cuentas, solo hay una,
las demás son humo vano,
un enjambre sobre el grano
de una sombra inoportuna.
La verdad, como la luna,
reluciendo está a la vista,
mas la niega el oportunista
por temor a ser notado;
y su fraude mal pagado
se confiesa en su arista.
El portal, como serpiente,
cambia piel por novedad,
se disfraza de verdad
y renueva su corriente.
Lanza emisarios demente,
nuevos poetas falsarios,
mercenarios, victimarios,
que en su juego se responden,
y amenazas se esconden
bajo aplausos necesarios.
Ya no saben si son hombres,
o mujeres disfrazadas,
sus verdades maquilladas
se confunden con sus nombres.
Son presencias sin pronombres,
indescifrables figuras,
que tejen sus amarguras
con insultos repetidos,
y en sus gritos divididos
se mastican sus locuras.
Navegar entre fantasmas
es difícil travesía,
pues la propia hipocresía
se refleja como masas.