En la noche más oscura, sin estrella ni farol,
se agita el alma pura en un mar de desconsuelo.
La desesperación clama, reta al cielo y al sol,
buscando en la penumbra un destello de consuelo.
El corazón, un náufrago en tormenta sin control,
lucha contra las olas de un destino tan cruel.
Cada ola, un problema; cada trueno, un adiós,
y en el horizonte lejano, se esfuma la esperanza fiel.
Mas en el reto se halla la fuerza para vencer,
en el abismo más hondo, la voluntad se hace acero.
La desesperación, aunque fuerte, no puede tener
al espíritu indomable que se alza sincero.
Así, en la lucha constante, en el desafío sin fin,
se forja el carácter, se templará el ser.
La desesperación se convierte en un camino a seguir,
y en cada paso adelante, se aprende a renacer.