Buscaba de su encanto hacer mi cielo
mirando en sus miradas bella lumbre,
soñando de sus labios la dulzura
que tiene de ilusiones regia flama;
creyendo que quizás un lindo día
tendría de su amor el regio cáliz.
Miraba sus pezones como el cáliz
que trae bendiciones desde el cielo,
soñando su pasión gozar un día
y ser el propietario de su lumbre,
teniendo por completo, de su flama
las copas más divinas de dulzura.
Ansiando de sus mieles la dulzura
miraba de su cuerpo el regio cáliz,
pensando por las noches que su flama
tendría que ofrecerme el sacro cielo,
trayendo con su luz la excelsa lumbre
que fuera mi farol en cada día.
Por ello al asomarse un nuevo día
miraba de la aurora su dulzura,
con esos resplandores cuya lumbre
poseen del amor su eximio cáliz;
forjado con las perlas, que del cielo
ostentan el destello de su flama.
Con rayo luminoso de su flama
miraba su belleza cada día,
pensando que quizás allá en el cielo
hicieron de sus labios la dulzura,
con mieles que se encuentran en el cáliz
de un ángel que posee bella lumbre.
Mas todos mis soñares de esa lumbre,
tan sólo fue un anhelo, cuya flama
no pude retenerla, pues su cáliz
lo veo más distante cada día;
negándome su mágica dulzura
que puede conducirme al mismo cielo.
Al cielo le pedía que su lumbre,
me diera de su flama la dulzura
y fuera de mi día dulce cáliz.