El universo no dicta absolutos,
solo abre caminos,
como un libro inmenso
cuyas páginas esperan ser escritas.
Todo depende…
del cristal con que observes el instante,
de si decides ver ruinas en el suelo
o semillas que germinan en silencio.
El dolor puede ser cadena
o puede ser maestra,
la soledad, un castigo
o el espacio donde uno se descubre.
Nada es fijo:
la verdad se mueve,
el tiempo se dobla,
y hasta el fracaso se convierte en cimiento
si se lo abraza con paciencia.
Todo depende…
de la mirada que sostengas,
del lugar desde el cual te levantas
cuando la vida te empuja al abismo.
No existen certezas escritas,
solo decisiones que trazan rumbos.
Un mismo viento que quiebra ramas
también eleva cometas.
Y quizá ahí resida la esencia:
no en lo que ocurre,
sino en la forma en que elegimos
darle sentido al instante,
porque al final,
todo —absolutamente todo—
depende.