Hay un lugar donde el tiempo se detiene y el aire huele a recuerdos antiguos y a promesas por cumplir. Allí, los ríos no solo corren, sino que susurran secretos que solo tu alma puede escuchar. Las flores no tienen nombre, pero reconocen tu presencia y se inclinan ante tu paso. Cada montaña, cada valle, cada brisa parece haber esperado por ti desde siempre.
En este paraíso, no hay máscaras ni silencios forzados; tu esencia se despliega sin miedo. Los colores son más vivos porque los sientes desde adentro, no solo con los ojos. Y cuando te detienes a mirar tu reflejo en el agua tranquila de un lago, no ves cuerpo ni historia, ves el latido eterno que siempre has llevado contigo.
Aquí, la música no viene de instrumentos, sino de la armonía perfecta entre tus pensamientos y el universo. Cada palabra que pronuncias se convierte en una estrella, y cada emoción que sientes, en un árbol que crece para siempre. Tu alma no busca, no huye, simplemente existe, y en esa existencia descubre que ha estado buscando y encontrando su propio paraíso desde siempre.
Porque este paraíso no está fuera ni lejos; estaba dentro de ti, esperando a que recordaras que tu esencia siempre ha sido hogar.