José Mario Calero Vizcaino

INVITACIÓN

     

Dicen que la fantasía no existe;

que el romanticismo quedó en el ayer.

 

Y es que los sentidos se apagan,

se entumecen, debemos despertarlos.

 

Todos deberíamos abrirlos,

y nutrirlos con vivencias sensoriales:

 

Nadar en aguas calmas de verano,

donde la fosforescencia brilla sin luna;

esa luz marina parece un mar

de estrellas suspendidas en la bruma.

 

Salir al exterior en noches claras,

cuando la luna nueva se oculta callada;

con baja humedad y cielo profundo,

las constelaciones brillan sin rumbo.

 

Recostarnos con compañía querida,

en la tibieza de armonía compartida;

tras escuchar un cuento de libertad,

meditar en el amor, en su verdad.

 

Descender al azul profundo del mar,

donde el silencio abraza y sabe callar;

la vida marina despierta conciencia,

y nos conecta con su esencia.

 

Al inicio hay nervios, cierta tensión,

pero llega la calma y la relajación;

la ingravidez parece un viaje estelar,

como astronauta que flota en su andar.

 

Y si don Gumucio Dagron lo mirara,

no solo al amor su fuerza entregara;

también la certeza de todo regreso:

nacer de nuevo, volver al comienzo.

 

Así la gravedad se engaña y se quiebra,

el cuerpo respira energía que enhebra;

danzamos alegres, acrobacias en juego,

colores que fluyen, se encienden y arden.

 

Y allí nos acoge el silencio profundo,

inunda la vida, eterno y fecundo;

como un mar sin fronteras que sabe envolver,

un misterio sin fin que invita a nacer.