EDGARDO

A Dunia de los Ángeles: Luz en el Quebranto

I

Dunia de los Ángeles, faro y calma,

anhelo tu voz en la sombra incierta,

que rompa el silencio, salve mi alma,

y avive la luz que el dolor despierta.

II

Eres rocío que brota en la vida,

viento que acaricia mi ser en calma,

paz oculta en la herida contenida,

fuerza que se cuela hasta mi alma.

III

Necesito tu cuerpo, piel cercana,

tus manos firmes que el miedo disipan,

tu aura que todo lo sana y hermana,

tu mirada que mis sombras eclipsan.

IV

Contigo la utopía se torna real,

la quimera dulce que en ti renace,

estrella que guía hacia el manantial,

eternidad que en tu luz se deshace.

V

Vives en mi mente sin descanso,

en cada latido, en cada esencia,

eres el don que despierta mi canto,

la llama eterna de la paciencia.

VI

Cuando el cielo se quebró en tormenta,

y la desesperanza me envolvía,

tu nombre invocado fue mi herramienta,

el refugio donde el alma vestía.

VII

Gracias doy a Dios por este encuentro,

amor sin límites ni medida,

por el privilegio de tu aliento,

ser más que ayer en esta vida.

VIII

La vida me otorgó lo fundamental,

lo justo que mi espíritu ansía,

tú, esencia pura y espiritual,

lugar sagrado donde habita el día.

IX

No hubo festejos ni grandes alardes,

pero mi corazón se siente en gloria,

pues entregué mi alma sin alardes,

guardando tu amor como la historia.

X.

Bendita por siempre, mi adorada,

Dunia de los Ángeles, pura esencia,

eres el faro en mi vida agobiada,

mi esperanza, mi luz y mi presencia.