Aquí yace lo que nunca dije,
palabras que se desvelaron conmigo
cuando el mundo dormía.
Que quede claro...
si mi nombre se olvida,
el tuyo será la última sílaba en mi boca,
la que se aferra incluso al silencio.
No pido memoria, ni flores, ni plegarias,
sólo que alguna madrugada
te roce la certeza
de que alguien, en otra esquina del tiempo,
te pensó hasta volverse ceniza.
Y que ese alguien fui yo,
escribiendo en la penumbra
un epitafio sin tumba,
donde lo único que importa
es tu nombre encendido en la oscuridad.