Qué consuelo tan grande,
sentarse horas con un amigo.
Susurrar lo que te ocurre,
y que él te entienda sin palabras.
Es como entrar en un templo sagrado,
y conversar con lo divino.
Dos voluntades muy íntimas...
Una confidencia que no se articula,
y que es, sin embargo, la más completa.
[Enmudece el clamor, la voz se aquieta,
mas no el sentir, que en el silencio mora;
que si el alma su pena desdora,
en el amigo encuentra la secreta
y muda comprensión, tan completa,
que el verbo, si lo busca, lo
ignora.]
m.c.d.r