Embriagados de su ser,
los lirios del Nilo
señalan el camino
de los faraones
en barcas sagradas
que cruzan el puente
a la inmortalidad.
El despertar de los dioses
pasea el fuego de los amantes,
rosaleda del Parque del Oeste.
Madrid mira al sol de la paz
en el espejo del agua,
y entre la vida y la muerte
confluyen los místicos,
poetas del viento y dibujos,
secretos guardados en jeroglíficos
en el Templo de Debod.
Los faraones invocan
a Amón y a Isis,
salvados de las aguas
velan su suerte.