Tocado por Huestes invisibles
bebí el Kosmos para hallar la candela
que rueda entre los pasos.
Me reconocí viajero del silencio;
jardinero de rosas sin abrir;
siervo del espíritu infinito;
lazarillo de tormentas insondables.
Me reconocí reflejo de un sol desconocido;
me vi pequeño,
me vi adentro y afuera;
me vi luz y sombra.
ángel y demonio,
guerrero pacificador;
soñador de signos transparentes y profundos
que surcan la conciencia
del logos colectivo.
Tocado por las huestes invisibles,
me reconocí nada y todo,
lluvia eterna y sin azares.
Movido por el aire largo y blanco,
saqué a danzar mi sol de espuma
ahora y para siempre.