Dame cien razones para alejarme de ti, y yo te daré mil razones por las cuales debemos estar juntos. Y aun si me pidieras que cuente las noches en que tu sonrisa fue mi refugio, podría equivocarme y contarlas de nuevo; cada error sería una excusa para quedarme. Dame cien razones para dudar, y yo inventaré mil planes para demostrártelo todo: pequeñas promesas hechas de café a las ocho, abrazos que reparan los días rotos, cartas escondidas en tus libros favoritos (aun así, sean libros educativos), canciones que aprenderé solo para escucharlas contigo.
Que el mundo nos ofrezca tempestades, yo seré el paraguas. Que el tiempo nos robe horas, yo las recuperaré con besos en la madrugada. Por cada miedo que pongas en la balanza, pondré docenas de actos sencillos: escuchar sin interrumpir, aprender tus silencios, celebrar tus triunfos como si fueran los míos.
Al final, cuando las razones se vuelvan sombras y el ruido intente separarnos, te daré la más libre e irrefutable de todas: no hay lugar en el que prefiera estar que a tu lado. Y si aun así decides marcharte, guardaré las mil razones que me diste para alejarme como si fueran mapas, pero elegiré siempre el camino que me lleve de vuelta a ti.