jesus alberto porras

Forjado en el fuego

 

Quien conoce el peso de su llamado

sabe que el alma se entrena

en medio de las tormentas

y bajo el filo de la presión.

 

Las traiciones no son dagas,

son cinceles que esculpen

un carácter que aprende a perdonar.

 

La soledad quema,

pero cicatriza como hierro ardiente

en la fragua del corazón.

La carne llora por lo que pierde,

pero el espíritu aprende a obedecer.

 

Cada circunstancia difícil

se vuelve ladrillo en el muro,

pieza en el equipamiento

que prepara al guerrero.

 

Quien conoce el peso de su llamado

no huye ni se rinde:

camina, aunque los pies sangren,

porque sabe que la cruz

es la llave de la aurora,

y que la gloria nace

en medio del llanto.