Yoleisy Saldana

Belleza De Humo.

Amaneció otro día,

y la noticia atravesó la calma:

una joven de treinta años

murió en la mesa fría

de una cirugía estética.

 

Una madre llora desconsolada.

Su única hija viajó a escondidas,

ignorando tantos consejos,

sin comprender que la belleza del cuerpo

es pasajera,

que se desvanece como humo

entre las manos del tiempo.

 

¿Qué le diré a tus hijos

cuando me pregunten con voz temblorosa:

“Abuela, por qué mamá se fue al cielo

y nos dejó tan pequeños”?

 

¿Qué le diré a tu esposo,

que te amaba sin medida,

que eras su pedazo de cielo,

y que ahora camina desgarrado

en un duelo infinito?

 

Pensaste en la belleza,

pero no en las consecuencias.

Creíste salir del quirófano

más radiante que nunca,

mientras la muerte, paciente,

afilaba su guadaña

con una sonrisa burlona.

 

Moriste una mañana

lejos de tu familia,

por querer encajar

en el espejo roto de un mundo

que vende vanidad hueca

y convierte el cuerpo en mercancía.

 

Un mundo que reduce a la mujer

a un objeto de consumo,

que promete amor en una talla,

y reconocimiento en un bisturí,

como si la plenitud

se comprara con cicatrices.

 

Pero la verdad duele más:

nadie recordará tu vida por tu cintura,

ni por el molde perfecto de tu rostro,

sino por la ausencia brutal

que dejó tu partida.

 

La vanidad que buscaste

se marchitó contigo,

y en un cuarto frío de morgue

tu reflejo fue olvidado,

como un espejo roto

que ya no devuelve luz.