A Emma
La tarde sofoca el ambiente,
la noche se viene despacio
y en un Déjà vu de la mente
te veo y te abrazo.
Tú eres la chica que trae en la mano
a las nieves de invierno, el sol del verano.
Como si estuviera impregnado
de la nota exquisita de Chaplin
entono en mi canto unas Candilejas
que nunca vinieron al teatro.
Pero la añoranza no admite razones
ni hay comparaciones baratas
cuando digo que vienes a mí
danzando sonatas...
apartando las hojas caídas
con tus pies descalzos
más blancos que el mármol,
más claros que el llanto.
Yo soy un asceta de cierto desierto,
me rodean fantasmas de bellas mujeres,
pienso que no he muerto, talvez no lo he hecho,
hasta este momento en que llegas
destrozando el espejo
de mi silencio.