Él es dócil, como brisa que acaricia,
en sus ojos habita una melancolía,
pero si lo miras de frente, sin prisa,
su luz despierta al alma y la envuelve en poesía.
La primera vez que sus ojos hallé,
fue un destello, un “clic”, un hechizo divino,
como en historias donde el destino se ve,
y supe al instante que era mi camino.
Quise guardar su corazón en mis manos,
cuidarlo del mundo, de sombras y daños,
abrir mi pecho, darle un lugar sagrado,
donde el calor nunca falte en los años.