No sufrí viéndote reír, me maldije al ver el impacto que fue ver que no me necesitabas para ser feliz.
Después te sentí tan distante que un día te vi y me dio tanta tristeza que reí. Así me volví el loco que no pudo madurar.
Me arranqué los ojos para librar mi paisaje de la angustia de contemplarte, y necio fui al no darme cuenta que una parte de mi cuerpo bombeaba sus recuerdos llorando con tanta intensidad que el cerebro recreó su olor y evolucionó para solo cumplir el capricho de percibir su presencia y pérdida.
Me escapé de tu contacto, pero me aniquilé bajando mil veces al infierno, con la mirada fija en tu cielo, donde cada grato recuerdo se vuelve punzada.
Rogándole a mi conciencia que espere, porque solo me queda un poco de este tormento. Aunque vea muchas formas de amar, viviré sin conocer la propia.
Álvaro s.