Corsario de tu piel
Navegué tus dermis oceánica,
yo pirata sin bandera
reclamé como mío
cada poro de tus límites.
Me hundí en arrecifes de lunares,
desgarré con fuego húmedo
el mapa invisible de tu espalda,
hallando tesoros que sangran deseo.
Tus mareas me ataron,
tus vendavales me dieron nombre,
y aun preso de tu espuma
me declaro corsario de tu piel.
Recorrí tus islas secretas,
besé la sal de tus muslos,
y mis dedos, astilleros ardientes,
perforaron dunas de susurros.
En cada bahía de tu aliento
me perdí, náufrago voluntario,
y tus olas, perversas y dulces,
me obligaron a rendirme al placer.
De tus cabellos colgaban sombras,
y en su velo hallé refugio,
mientras mis exploraciones
trazaban rutas prohibidas sobre tus costas.
Tus flancos, playas ocultas,
se estremecían bajo mi avance,
y cada jadeo, cada temblor,
se encendió faro de mi lujuria,
eco de un mar que nunca descansa.
No hay hallazgo más feroz que tu sudor,
ni brisa más dulce que tu gemido;
y así, entre oleaje y deseo,
me declaro eterno pirata de tu piel,
navegante sin puerto,
prisionero de tu marea infinita,
arrastrado por la corriente de tu pasión.