Fuego ardía en su mirada
Haciendo latir mi corazón,
Tal, la belleza de mi amada,
Tal, de mi agonía la razón.
Quedó aquel día grabada
Claramente en mi retina,
Su imagen, la de una reina
De tez clara y argentina,
Vívidamente la veo
Con esa luz vespertina,
La del día que me bendijo
Con su más dulce sonrisa,
Qué más decir en mis versos,
Si de todos es morfina,
Pues paraliza mi aliento
Con cada paso que camina,
Solo una cosa hay por cierta,
Que no hay cosa más divina
O digna de adoración,
Que aquella que me fascina,
Objeto de ésta canción,
Alma cándida y ferina.