Entendí que dolía,
entendí que no había camino atrás,
pero también entendí que sentir era válido,
que llorar era necesario.
¿Pero a quién le lloraba
en este funeral silencioso,
cuando este amor llevaba
dos meses muerto?
Cada lágrima era un eco vacío,
una despedida sin testigos,
y yo, atrapada entre recuerdos,
aprendiendo que algunos finales
se sienten antes de tiempo.