Anatomía del poema
Praxis fit verbo, vita fit arte. (La práctica se hace palabra, la vida se hace arte)
La pausa pongo al verso. Lo leo con dulzura
y noto que he tallado la rítmica escultura.
En eso, me detengo, corrijo algún error
y vuelvo a releerlo, y observo que es mejor,
que aquel que fue primero. Medito entre la praxis
a ver si se han quedado las pautas de sintaxis.
Mas sigo, entre sonrisas, bordando con gramática,
y ahora que recuerdo, reviso la pragmática,
queriendo darle formas; dotado de simbiótica
al verso que con rostro, se apoya en la semiótica.
Después, en la semántica, cotejo su raíz
y vuelvo a preguntarme, ¿no existe otro desliz?
Tal vez, aunque invisible, responde mi osadía
la esencia de lo interno; la audaz morfología.
II
La palabra no escrita; sin imagen ni forma
es aqueja tejida y ajustada a la norma.
Es, por tanto, que el rostro, se le ve cuando nace
en la línea perfecta de la unión que complace.
Cambio el ritmo y se nota la realeza de estilo,
para ver si la pausa vuelve al verso tranquilo.
Desde todo momento, siempre escucho el pensar,
y discierno, de veras, si lo puedo mostrar.
Se convierte, por ende, doble acción y estandarte
el pensar y crearlo con las manos del arte.
Y sonríe hasta el alma. No da treguas a nada,
porque insiste y defiende lo que está en la mirada.
Es, al fin, un retorno del entorno que fluye:
la palabra da vida, nunca muere o concluye.
Samuel Dixon