Isidora_Luna

Dover, julio de 1939

Dover, julio de 1939

 

Este es mi viaje obligado, proscrito,
que comienza en un muelle roto y frío.
Aduana sin nombre, sin peso, sin ley,
solo huesos que duermen donde nadie los ve.

Pasaportes con sal, costuras vencidas,
papeles doblados, heridas escritas.
La niebla nos lame con dientes de hielo,
anuncia naufragio, lo dice sin duelo.

Gaviotas furiosas graznan los diarios,
sus alas cortadas, sus cantos precarios.
Los titulares ya no tienen patria,
se ahogan despacio, sin una plegaria.

Suplicantes soldados, temblando los dedos,
el miedo en sus ojos, sin luz ni esperanza.
Almas y hebillas tiritan de espanto,
como huesos sueltos, perdidos en llanto.

Sopla un viento gris, sopla por dentro,
barre el alma, arrasa el centro.
Hombres de letras, con libros vacíos,
caminan el muelle como sombras en frío.

Pero Dover calla, y en su silencio quema
la sombra de barcos que ya no se esperan.
El mar—traicionero—no ofrece consuelo:
reparte exilio... para mí, destierro sin cielo.