Erika Castillo

Oda a una Madre

Tuve que decirle al cielo cuánto dolía tu engaño,

porque tuve el valor de no llorar frente a mis hijos,

de fingir que no pasó nada,                                                                                                  

de sostener su mundo, con los ojos al cielo

y con nada en las manos.

 

Entonces, me fui y lloré en el baño,

donde las lágrimas se mezclan con el sudor,

 y se deslizan hacia rincones donde viven las carroñas,

donde no hay luz ni cielo claro.

 

Y aunque no vales ninguna de ellas,

en ese momento no pude evitarlo.

Llorar por ti… eso sí me decepcionó.

 

Pero aún me estoy encontrando,

como quien sabe a dónde va,

aunque a veces pierda el rumbo

y deba encerrarse de nuevo en el baño.

 

Porque hay madres que no gritan,

no rompen cosas ni tiran platos,

se rompen por dentro y se cosen en el baño…