Hablando de cierres, creo que el nuestro
nunca llegó a su fin.
No solo porque los recuerdos
se empeñan en no irse,
sino porque las heridas
siguen abiertas, sangrando
en la memoria de lo que fuimos.
Cada risa, cada enojo, cada abrazo
parece un eco que se niega a callar,
y yo sigo aquí,
mirando un final que nunca llegó,
como si el tiempo se hubiera detenido
en el borde de tu adiós.