TENGO DUEÑO…
Dueño de mis pensamientos y de mis ilusiones, de mis caricias,
De mis locuras, mis risas, miedos, soledades, sueños, tristezas,
Penas y amarguras, enojos, reclamos, peleas. Él es dueño de todas
Mis pasiones, de mi rabia por poseerlo a mi antojo a todas horas,
Es mi delirio, mi poesía, mi verso, mi prosa, mi historia yo no sería sin él.
Es dueño del olor de mi piel, de mis besos, abrazos y mis gemidos.
Es todo lo quiero, que sea para mí y yo ser del, toda completa de él.
Somos ese momento que nos hace arder de pasión, viviendo el momento,
confabulando con el tiempo para que no avance y se detenga,
Para que arda la hoguera que hemos encendido con el fuego de sus besos,
Que ardientes recorren todo mi cuerpo y sosegada espero más besos,
Que me cubran de la cabeza a los pies y que me haga su reina y él sea
Mi vasallo y esté sujeto a mis deseos y demos tributo al amor que nos unió.
Yo soy el propósito que lo levanta, motiva y alienta cada vez
Que se queda en mis brazos, porque no conocía la calma hasta que durmió
En mis brazos y sintió el refugio en mi piel como un escondite,
Lo arropo en mi pecho y son los botones de mi jardín el aroma que
Lo enloquece y se llena de paz y olvida tristes recuerdos del pasado.
Es mi dueño porque lo dejé adueñarse de mí para estar completos en
Este mundo que nos llevó a recordar que desde antes ya nos amábamos,
En un universo que nos hizo extraviarnos, y caer al vació hasta encontrarnos
De nuevo, ahora somos un nuevo comienzo. Han sanado las heridas.
Alicia Pérez Hernández… México
No es la pluma la que escribe, es el alma
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El naufragio de un cuerpo en otro cuerpo
cuando en su noche, de pronto, se va a pique…
Las burbujas que suben desde el fondo
hasta el bordado pliegue de las sábanas.
Negros abrazos y gritos en la sombra
para morir uno en el otro,
hasta borrarse dentro de lo oscuro
sin que el rencor se adueñe de esta muerte.
Los enlazados cuerpos que zozobran
bajo una misma tormenta solitaria,
la lucha contra el tiempo ya sin tiempo,
palpando lo infinito aquí tan cerca,
el deseo que devora con sus fauces,
la luna que consuela y ya no basta.
El naufragio final contra la noche,
sin más allá del agua, sino el agua,
sin otro paraíso ni otro infierno
que el fugaz epitafio de la espuma
y la carne que muere en otra carne.