Cosmopolita
He llegado a El Salvador,
visitando yo a un amigo;
y con versos, se los digo
que esto ha sido lo mejor.
Luego anduve en Panamá
y de allí, me fui a Tlaxcala,
conocí hasta Guatemala,
su cultura y más allá.
Me bajé en Tegucigalpa,
me llamaron del país;
y después llegué a París,
regresando a Matagalpa.
Ya sintiéndome en mi tierra,
decidí en mi corazón,
visitar mi gran León
donde el arte nos encierra.
Tras llegar, fui rumbo a Achuapa;
el lugar donde nací,
pero luego decidí,
devolverme a Iztapalapa.
Y ya en México, pensé,
conocer Tenochtitlán,
Ciudad Juárez, Mazatlán,
sus fronteras las crucé.
Hice viaje hasta Venecia,
Zaragoza me abrazó:
y una niña que me vio,
dijo: —vamos a la Grecia.
Acepté tal compostura,
me senté en el Partenón
y grité: ¡mi corazón
se conmueve, niña pura!
Pero dije entre la gente,
seguiré con mi desdén,
cuando al ver Jerusalén,
me vibró todo en la mente.
Y de pronto, soberana,
la pasión pidió al amor:
tuve en sueños a Ecuador,
el Perú y Dominicana.
Mas pasé por Dominica,
Surinam, nos vio partir;
pues siguiendo el porvenir,
me embarqué hacia Costa Rica.
Y del sueño, la piragua,
quebrantó mi corazón.
Todo ha sido una ilusión,
acá sigo en Nicaragua.
Samuel Dixon