Abro las cortinas, preparo el mate y me siento a disfrutar del hermoso día.
Inesperadamente, te veo aparecer frente a mi ventana, blanca y pequeña, solitaria.
Pareces detenerte, me miras y te miro, y se produce ese instante único e irrepetible, espiritual y luminoso, en que pareces sonreír y mi mente se abre a una nueva sabiduría donde, observar la belleza de la pequeñez, resulta en descubrir el importante secreto de una felicidad poco entendida a veces, y de un valor incalculable.
Y renace la esperanza de que, en tu lento paso hacia El Sol, te detendrás en las ventanas, a través de las cuales te verán y muchos te mirarán como yo.
Y siento gratitud por el regalo de mirarte transitando por esa majestuosa alfombra celeste y transparente.
Miriam Venezia
23/09/2025