Nelaery

Peripecias del hada Titania (III)

 

Peripecias del hada Titania (III)

 

Por el corazón del Bosque Nevado, donde los inviernos eran tan milenarios como los propios árboles, paseaba el hada Titania meditando sobre cómo mejorar el hermoso entorno natural del bosque. A diferencia de sus colegas, no poseía la gracia innata de las hadas, sino que todavía conservaba una ligera torpeza que la perseguía inseparablemente a su sombra. Sus tropiezos y aterrizajes solían acabar en estruendosos cráteres y sus hechizos de purpurina transformaban a los conejos blancos en esferas de nieve parlantes.

A pesar de sus esfuerzos, su magia era un arma de doble filo que, a menudo, causaba más desastres que beneficios. Sus compañeras, perfectas y etéreas, la veían con una mezcla de lástima y burla, relegándola al último escalón de la jerarquía. Titania, consciente de su condición, pasaba la mayor parte del tiempo refugiada en la discreta cabaña de su nuevo amigo el leñador; un hombre solitario y gruñón que, con el tiempo, se había convertido en su único sabio consejero y confidente.

Sucedió que el bosque se enfrentó a un inesperado desafío cuando una extraña enfermedad, a la que los sabios ancianos llamaron la \"Flor del Odio\", comenzó a marchitar las raíces de los árboles. La flor no era un hongo, sino un parásito que succionaba la vida de los árboles volviéndolos frágiles y quebradizos. Ni los conjuros más poderosos ni las pociones más antiguas lograban erradicarlo. La desesperación se apoderó de las hadas, que, sin más opciones, buscaron la ayuda de Titania, esperando una de sus sorprendentes soluciones.

Titania, con más intuición que poder, no recurrió a la magia esta vez. En su lugar, le pidió al leñador que la ayudara a talar los árboles infectados. Las hadas protestaron, viendo en ese acto una herejía contra las tradiciones. Sin embargo, Titania había observado algo crucial: “La Flor del Odio”solo crecía en la oscuridad y en los cúmulos de podredumbre.

El leñador cortó los árboles enfermos, y Titania, con un simple toque, hizo que la luz del sol se filtrara entre la densa enramada disolviendo los odiosos microorganismos que flotaban en el aire.

La enfermedad no se curó con magia, sino con la combinación del trabajo duro del leñador y una lógica funcional del hada.

Los bardos, asombrados, cantaron una oda sobre cómo “Titania purificó la oscuridad con la luz de su corazón”.

Pero la verdad, que solo ella y el leñador conocían, era más simple: a veces, el mejor hechizo es un hacha bien afilada y un poco de sentido común.

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            Autores: Nelaery y Salva Carrion.