Navegando los mares de ilusiones
conocí del amor sus dardos fieros;
pero nunca estoicismo fue vencido
aunque fuera tenaz y fuerte ensueño.
Como barco que cruza grandes mares
yo viajaba sin brújula y sin remos;
y cruzaba sus olas gigantescas
solamente impulsado por mi aliento.
Si abordaba en mi viaje la tristeza,
solamente esperaba un fuerte ábrego;
que tuviera la fuerza suficiente
que pudiera perderlo en el océano.
Si encallaba en mi curso alguna barca
y a mi proa se unía sin recelos;
yo le daba mis cabos para unirla
navegado los dos sin duda o miedo.
Más si un día rompía la atadura
y buscaba en el viaje nuevo puerto;
yo soltaba sus cabos de mi proa
y dejaba siguiera su sendero.
¡Es por eso que nunca de mis ojos
una lágrima triste sorprendieron;
porque nunca de amor pueden vencerme,
porque el alma, gallarda siempre llevo.
Autor: Aníbal Rodríguez.