Luis Barreda Morán

Caminante del Destino

Caminante del Destino 

Voy caminando sin rumbo por senderos desconocidos, disfrutando los paisajes que el destino me regala, soy un viajero tranquilo que no tiene compromisos, mi corazón es liviano y en mi pecho nunca guarda, las amarguras pesadas que la gente acumula.

Para mí todo es pasajero como el viento en la montaña, disfruto cada instante sin pensar en el mañana, bebo sorbos de alegría que alejan toda pena, hablo claro con la gente, no me gustan las mentiras, y me río de las horas con una calma serena.

Me comparo con las aves que no tienen nido fijo, cruzo pueblos y ciudades con mi paso ligero, sé que el tiempo es muy breve y pronto habré partido, por eso lleno de gozo cada momento que vivo, mientras recorro los campos con mi espíritu altanero.

Cuando llegue el final y tenga que descansar, no guardaré riquezas ni joyas de valor, solo quedarán los ecos de mi manera de andar, y el rumor de las canciones que solía tararear, bajo el cielo infinito que me vio siempre soñar.

Hay que buscar los placeres simples que nos brinda el camino, compartir una charla amable y un trozo de pan tierno, porque todo se termina cuando apagan nuestro brillo, y solo perdura el eco de un suspiro muy interno, que se mezcla con la tierra al cerrarse el destino.

Lo vivido en estos años se convertirá en leyenda, una historia contada por aquellos que me han conocido, un relato que camina de boca en boca y se extiende, más allá de las fronteras que mi cuerpo ha recorrido, como un rumor que perdura en el aire ya dormido.

Y al final de la jornada, cuando el sol se oculte, no me llevaré conmigo ni un solo bien terrenal, solo un poco de este polvo que a la tierra se devuelve, será mi compañía en el viaje final, mientras mi esencia se pierde en el vasto arenal.

—Luis Barreda/LAB