LOURDES TARRATS

POETAS SOMOS

POETAS SOMOS

Poetas somos.
No escribimos con tinta,
sino con la sangre que no nos cabe en el pecho.
Llevamos las pupilas abiertas, heridas,
de tanto mirar lo que el mundo prefiere no ver.

No somos escribas del ruido,
somos testigos del temblor.
Amamos el nacimiento de un niño,
la fragilidad de su comienzo,
el brote de una flor,
el susurro de un árbol que crece sin testigos.

Poetas somos.
Faros sin puerto,
pájaros con el nido en la garganta,
cartógrafos del alma ajena,
exiliados de la indiferencia.

No escondemos la herida:
la nombramos como quien acaricia
un nombre perdido en la lluvia.
Hacemos del temblor una casa,
del silencio, un himno,
del amor, un incendio que no pide explicación.

Nuestros versos no presumen,
se desvisten.
No gritan,
susurran con la voz de los que ya no están
y de los que aún esperan.

Poetas somos.
Íntimos como el pulso,
sinceros como el llanto que no se muestra,
emocionantes como el primer “te amo”
que no fue respondido.

Nuestro oficio no es solo escribir,
es recordar al mundo
que sentir no es debilidad,
que nombrar el dolor
es también salvarlo.

Poetas somos.
Y no estamos solos.
Neruda amó con palabras que ardían,
lloró por los ausentes
como quien canta a la tierra que lo parió.

Salomé Ureña,
con voz de madre y patria,
sembró versos en la piel de un país
que aún aprende a nombrar su alma.

Whitman abrazó al mundo
como si cada hoja de hierba
fuera un verso que respira.
Alejandra Pizarnik,
con su voz quebrada,
nos enseñó que el silencio también escribe.

César Vallejo sangró por todos,
con palabras que dolían
como el pan que falta.
Rosario Castellanos habló por las que no podían,
y Rilke escuchó a los ángeles
como quien escucha su propio miedo.

Gabriela Mistral tejió ternura
con manos que sabían del duelo,
y convirtió la maternidad en canto universal.

Sor Juana Inés de la Cruz,
con su pluma de fuego,
desafió los muros del convento
y escribió con la voz de todas las mujeres
que aún no podían hablar.

Poetas somos.
No estamos solos:

—Emiliano, Javier Julián,

Justo Aldu, Yoleisy,

Ivan, Lío, Lincol, Santiago, Nelaery,

Josue, Rosi, Pasaba, El Hombre de la Rosa

Elideth, Mauro, Alberto, Lualpri, Nkonek, Pilar Luna—

Y muchos más, y muchos más…

 Herederos de nuestro temblor,
de nuestro fuego sin máscara,
de nuestra ternura sin permiso.
No escribimos para adornar,
escribimos para arder sin hacer alarde
para que el mundo recuerde
que sentir es un acto de resistencia.

Poetas somos.

Y cuando el mundo calla,

nosotros nombramos.

Cuando el mundo huye,

nosotros quedamos.

Cuando el mundo olvida,

nosotros recordamos.

Poetas somos, escribimos con el corazón.

Y eso basta.

Y aprendí— escribir,

es arder sin llamas,

sentir por los que no pueden,

y nombrar lo que el mundo calla.

—l.T.