Ya el cielo no tiene más estrellas,
ya la luna no volverá a brillar.
Las noches dejaron de ser refugio,
un rincón sereno donde perderse,
donde los suspiros podían flotar sin peso.
Ahora todo parece quieto,
como si el tiempo se hubiera detenido
en el preciso instante
en que el alma comenzó a vaciarse.
Aunque falte tanto para volver a sentir,
aunque el miedo se haya ido
como un visitante que nunca saludó,
queda el eco del silencio
gritándome en la oscuridad.
Ni siquiera los sueños encuentran abrigo,
se pierden entre nubes grises
que no saben llorar,
porque al cielo le faltan emociones
que den color a su inmensidad,
y a mí me faltas tú,
como el sol le falta al invierno.
Y tú...
tú debes completarlo,
llenar con tu luz las grietas del firmamento,
pintar de nuevo los astros con tu risa,
recordarle al universo cómo se ama.
Porque en tu luz se esconde el camino,
esa ruta silenciosa y firme
que guía aún cuando todo se apaga.
Eres faro en plena tormenta,
latido en medio del vacío,
la promesa de que volverá la aurora
aunque todo parezca perdido.
Quédate.
Sé el milagro que no sabía que esperaba,
sé la estrella que se niega a caer.
Porque contigo, hasta el cielo roto
puede volver a soñar.