Detente un poco,
el mundo no se derrumbará si cierras los ojos,
si permites que el silencio te envuelva
y el tiempo te acaricie despacio.
Hay algo que no está bien,
lo sientes en el pecho como un nudo,
como un río detenido antes de llegar al mar.
Es la voz escondida que clama,
es la verdad que tiemblan tus labios
pero aún no pronuncian.
Y hay algo que debes arreglar,
no afuera, no en los rostros ajenos,
sino dentro de ti,
en esa herida secreta que te acompaña,
en ese rincón donde guardas lo que duele.
Ámala, reconócela,
porque hasta la herida florece
si le ofreces ternura.
Abrázate como nunca lo has hecho,
suelta la culpa,
perdona lo que fuiste
y honra lo que eres ahora.
Detente un poco,
no huyas de tu reflejo,
mira tus sombras
y verás que también brillan.
Entonces,
cuando la calma te encuentre,
cuando el alma respire en paz,
el mundo volverá a moverse,
pero esta vez contigo,
no contra ti.