En el borde de tu aliento,
me asomo al abismo,
y tus ojos son el vértigo,
mi único cataclismo.
Un paso en falso,
y caigo en tu vacío,
más tu voz es el viento
que azota la cumbre,
como un escalofrío
que me devuelve a la penumbra.
Me hundo en tu ausencia,
mi cuerpo sin gravedad,
no encuentra un suelo
que me sostenga,
solo el delirio de tu piel.
Caigo sin fin,
en un laberinto de ti, y
este vértigo es tu nombre,
la locura que me entregas,
el miedo a perderme,
el deseo,
de no regresar jamás.