Déjeme hablar del timbre bajo el pecho que, al hayarnos indiferentes, me reaviva otra partida.
No quisiera agonizarte, no quisiera despedirme, ni atrincherarme en el orgullo del amante que abanica.
Cada fibra de tu andar inflexiona en elegante melancolía; cada partícula de tu ser, nostalgia insómnica.
Viras la mirada de mí como si encontraras aquel en quien encallan tus secretos, aquel que dejarás labrando atajos a la noche etérea.