Muy Señora mía,
quizá le sorprenda mi impertinencia…
después de tanto haber lidiado con su indiferencia,
pero sepa usted que, desde entonces, después de su partida…
desde su insensata huida,
a lo mejor, sintiéndome derrotado…
tuve obligadamente que guardar silencio…
y hacer como que lo he aceptado.
De hecho, lo intenté,
me comprometí desaparecerla de mi destino,
pero tengo que confesarle que fracasé,
no pude sostener mi juramento,
y otra vez, hoy,
vuelvo a evidenciarle mi dependencia y sometimiento.
Lo más normal sería…
alejarme calladamente de donde ya no somos correspondidos,
pero vea usted que no he podido,
me siguen venciendo las ganas que tengo de extrañarla.
Quiero suponer que existe una razón poderosa…
que aún me tiene embelesado,
no sé si es por ilusión…
o es que en verdad mi corazón se siente suyo.
No tiene usted compromiso alguno conmigo,
nada nos une ni nos obliga a respondernos,
somos libres, tan libres como crueles,
tan indiferentes como insensibles,
pero hay algo que no cuadra en esta historia,
y es esa indescriptible atracción que siento todavía,
como si usted concibiera igual…
exactamente, tal cual.
No sé si le pasa que cuando nos apura la tristeza…
de la nada, nos nace una sonrisa…
cuando coincidamos en el mismo delirio,
debe ser, supongo,
que sus añoranzas como los mías…son de un raro encanto,
y nos inspira aquel momento placentero compartido.
Pero no vine a cansarle con mis cursilerías,
no quiero en verdad importunarla,
solo tuve curiosidad de saber si aún piensa en mí…
o si ya me ha olvidado.
Tengo tanto miedo de saber que lo ha logrado,
que por eso…esta carta, nunca llegará a su puerta,
tal vez algún día usted sepa de su referencia,
y quizá para la fecha…ya su mensaje se haya desvanecido.
Pero sepa usted que queda escrita…
la carta en donde se manifiesta …el inmenso amor que yo le tenía.