En un mundo de inocencia y candor,
yo era una niña, ella, una mujer.
En su abrazo encontré calor,
pero en sus manos, perdí mi ser.
Con astucia y sutil engaño,
tejió redes que me atraparon.
Y mi inocencia, sus manos mancharon.
Me condujo por senderos oscuros,
donde el amor se volvió prisión.
Sus palabras eran dulces apuros,
mas su corazón, frío carbón.
Etérea se veía, entre susurros y engaños,
me dejé llevar por su querer.
Yo era una niña, ella, una mujer,
y en su juego de amor, fui su esclava sin daños.