¿Dónde están ahora
los que me juraron eternidad en la tormenta,
los que dijeron: “tu sombra será mi sombra”
y se esfumaron como humo
cuando el frío se sentó en mi costado?
Me dejaron en un cuarto desnudo,
donde la luz es un cuchillo
y las ilusiones,
esas palomas obstinadas,
cayeron al suelo
y se vistieron de ceniza.
¿Es este el lugar
donde mi ser se deshace
como agua entre los dedos,
o acaso sueño todavía
con un amanecer que no llega,
con un relámpago que me despierte?
No me entierres
en la ceniza de los nombres sin dueño.
Sigo aquí,
aferrado a la memoria de tu piel,
al temblor de tu boca
que aún arde en mi silencio.
Y si me olvidas,
que sea como se olvida un río:
dejando su rumor en la piedra,
dejando su huella
para siempre en la tierra.