El astro rey despierta
y con él ilumina el día.
Un mundo de colores emerge,
cautivando la vista
del espectador.
La noche, cansada,
abandona el escenario;
su capa negra,
tachonada de lunares blancos,
cuelga al fin.
Hilada la noche con el día,
en su entramado se apagan
nuestras vidas,
cansadas
de tantas idas y venidas.
Los días se acortan,
los años se desvanecen
como humo de velas apagadas;
saludan a la noche
en silenciosas alabanzas.
Las arrugas se marcan,
el aliento escapa.
Ahora, en la noche eterna,
el cuerpo descansa
sobre un lecho de esperanza.
La paz lo abraza;
y quizá en algún momento,
desde otro horizonte,
un nuevo amanecer
lo haga despertar.
Rubén Romero Toledo © 2025 todos los derechos reservados