Mujer de tez blanca,
pelo negro como la noche,
te detienes entre los semáforos
a vender rosas en tu caminar.
Madre, amiga, esposa,
soñando con darle a tu familia un futuro mejor,
sin importar el pronóstico del tiempo.
Llueve, hace frío,
y aún así sigues erguida,
como ruina antigua que se niega a ser borrada,
enterrada entre recuerdos,
entre el pasar de los carros.
Siempre te veo con una sonrisa colgada en el rostro,
vendiendo flores;
pero en tu mirada rota
se esconden sueños,
tras la tristeza de una vida marcada
por la necesidad,
por la renuncia constante de tu país,
llegando a uno ajeno a sembrar futuro.
Eres historia,
aunque nadie se detenga a contarla.
Eres libro abierto a la esperanza,
mujer que a pesar de todo,
día tras día camina
balanceando sueños y heridas,
buscando la esperanza perdida,
vendiendo flores entre luces,
abandono y olvido.
A veces te he visto sentada,
triste, mirando al cielo en un día lluvioso,
como quien agradece por todo
aun sin tener nada.
Mujer de las rosas:
vida forjada en el esfuerzo,
historia que otros no miran,
aunque quedes atrás, olvidada.