jesus alberto porras

Cuando tú nombre se volvió luz en mi silencio 

 

 

Mi ser, apresurado,

te llama como el río llama al mar.

 

En mis labios nace tu voz,

un eco tibio que me quema;

eres la niña que envuelve el querer,

la princesa de un cuento sin final,

guardada en la raíz de mi pecho,

donde laten las memorias

y el fuego secreto del amor.

 

Sale como el ave fénix,

como el canto del poeta que no vivió;

como el riachuelo que nace en el horizonte,

así nació este sentimiento,

una noche,

cuando la eternidad abrió su puerta

y tu nombre se volvió luz en mi silencio.

 

Y yo te nombro,

con el aliento de los vientos antiguos,

con la sangre ardiente de los sueños,

con la certeza de que te llevo

como se lleva el fuego bajo la piel:

silencioso, infinito, indomable.**